Había una vez en la ciudad el Canchón una granja donde vivía una señora
muy amable, llamada Leticia, pero todos le decían Lety. Ella vivía con su esposo y su gallo Claudio. Hasta que un
día falleció su esposo y se quedo sola con su gallo Claudio y los demás animales.
Un día ella decidió salir al pueblo en su pickup Ford del 50 a comprar pan y de regreso a su casa empezó a llover muy fuerte. Entre los arbustos salió una mancha negra y en ese instante ella frenó y sintió un pequeño golpe, entonces decidió salir a ver lo que sucedió. En medio de la lluvia, logro ver a un perrito con la pata rota, entonces ella pensó que sería buena idea llevárselo casa y cuidarlo mientras el dueño lo reclamaba. Cuando llegó a casa el gallo la estaba esperando en la puerta y ella se alegró. Con mucho entusiasmo le enseñó al cachorro, pero ella se dio cuenta de que el gallo reaccionó de una manera extraña.
Días después, el cachorro se sentía mucho mejor. Con el paso del tiempo Lety se fue encariñando cada vez más y más de él, incluso lo sentía parte de su familia.
Un día ella decidió salir al pueblo en su pickup Ford del 50 a comprar pan y de regreso a su casa empezó a llover muy fuerte. Entre los arbustos salió una mancha negra y en ese instante ella frenó y sintió un pequeño golpe, entonces decidió salir a ver lo que sucedió. En medio de la lluvia, logro ver a un perrito con la pata rota, entonces ella pensó que sería buena idea llevárselo casa y cuidarlo mientras el dueño lo reclamaba. Cuando llegó a casa el gallo la estaba esperando en la puerta y ella se alegró. Con mucho entusiasmo le enseñó al cachorro, pero ella se dio cuenta de que el gallo reaccionó de una manera extraña.
Días después, el cachorro se sentía mucho mejor. Con el paso del tiempo Lety se fue encariñando cada vez más y más de él, incluso lo sentía parte de su familia.
Un día ella despertó y no encontraba al perrito por ningún lado, lo
busco por el establo, la cabaña, los jardines y por el bosque; pero ella seguía
sin verlo por ningún lado, así que se puso muy triste. Al día siguiente el
gallo también desapareció y Lety se preocupo aun más, ya que los dos animalitos
que más quería habían desaparecido.
Ese mismo día por la noche ella oyó ruidos afuera de la cabaña así que
salió a ver que era y cuando vio, entre los arbustos venían sus dos fieles
amigos: el perro y el gallo Claudio. Ella se alegró de verlos, así que corrió
hacia ellos con mucha alegría y después de eso siempre volvió a cuidarlos con
mucho amor para que nunca más volvieran a irse de casa.
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