sábado, 8 de junio de 2013

Gritarlo a todos; sin embargo, ellos no escuchan



Antes de comenzar a escribir no dejaba de pensar acerca de qué podría expresar en esta hoja en blanco, entonces decidí seguir con mi día,  esperando que viniera una idea.  De repente, mi papá me sugirió ir a ver a mi abuelita y, por supuesto, dije que sí, pues se encuentra enferma en un hospital. Cuando estaba allí me di cuenta de muchas cosas acerca de mí, muchas cosas sobre ellos, que quiero decirle  al mundo. Entendí que lo que quiero decir no se dice con palabras, ya que es sobrenatural; que el expresar es la mejor manera a la cual  puedo recurrir.
Para empezar quiero hablarles de ellos: las personas que me cuidaron, me mantienen, me aguantan, esas personas que llevan mi sangre y, aún así, a veces nos vemos como extraños.  Entendí que nunca es tarde para expresar, aunque el dolor sea el que evite los sentimientos. Con ellos a veces siento la impotencia de  callar lo que mi boca quiere decir, de sentir cómo mis brazos no aguantan.
Siento que ellos y yo somos más diferentes de lo que pensábamos. Pero aún así, está ese sentimiento que nunca termino de comprender, ese amor incondicional. Solo pienso en ellos, esas personas tan acertadas  pero al mismo tiempo tan equivocadas, aunque no sabes si siempre estarán, lo sientes,  y tienes que saber  que solo tienes el hoy, solo 24 horas para decirles o expresarles cuánto los amas.
Sé que se oye fácil pero no lo es, ya que por lo general con ellos no se puede hablar sin gritar y siento que al demostrar un  sentimiento tan puro quedarás tan débil para ser corrompido por el dolor.  Aún así, se puede comprender que  aunque tu patrón de vida te enseñó a ser así,  hay que tener ese escudo, aunque a veces es mejor salir de él. Pero solo les digo que en esas 24 horas no sean tan duros con ustedes  mismos porque no saben cuántas horas, minutos o segundos más tendrán para poder dar un amor tan sincero e incondicional, como el que se tiene en el  interior.